Dos ángeles cuidan la celda de la música y el amor
La verdad no la compra el dinero
Celdas en Acacias, guardan el más profundo sonido de amor que pudo tener un cantante por una linda quinceañera.
Por: Sonia Ramírez
Jaime es un hombre de alma y espíritu llanero que le cantaba a su tierra, hoy por injusticias de la vida no tiene más que las oscuras paredes de su celda en la cárcel de Acacias, Meta. Cada mañana la poca luz que recibe le roba a este llanero una mirada desolada por aquel joven romance, cimentado por un amor a primera vista y con los mejores recuerdos, opacados por la infamia y el poder del dinero. Estando frente a él se puede entender que es perder un mundo propio, pues en su humilde carácter, cada respuesta y cada palabra reflejan la tristeza y el dolor de la perdida de “Mechas” y de su hijo.
La poderosa y adinerada familia Galván estaba de fiesta y, la música de “Los Llaneros” la amenizaría; Mercedes Galván cumpliría sus 15 años y su papá el doctor más influyente del municipio, le organizó la fiesta mas envidiada de todo el pueblo. Para Jaime Castillo también seria una noche muy importante pues seria la primera vez que cantaría sin la compañía de su hermano. Con el pasar de la noche Don Gustavo Galván le encantaba ver la sonrisa de si hija al oír el grupo cantar sin imaginar lo que sucedería.
Versos cantados, chistes, bailes y una pequeña lluvia de la noche puso frente a frente a Mercedes y a Jaime bajo una carpa, cruces de miradas y palabras cada vez mas profundas los llevaron al primer beso, no había duda que era amor a primera vista bajo la luz de la luna. Aquella noche termino pero vinieron más días, mentiras piadosas, y algunas escapadas serian la nueva aventura de este amor adolecente; aventura que con el tiempo termino en la unión de sus cuerpos a través de caricias exquisitas, bajo la misma carpa en una mañana de consultas para el doctor Galván.
Paso el tiempo y sin avisar el cuerpo de “Mechas” comenzaba a cambiar, 25 días después de la entrega cuerpo a cuerpo fueron suficientes para dar vida a un nuevo ser, caminatas extensas y un rostro pensativo consumían el día a día de la joven quinceañera, pues no encontraba la forma de contarle a su padre que en ella crecía un hijo producto del amor con aquel cantante anónimo.
El cuerpo de Mercedes cambio y al poco tiempo su padre sabía lo que en su vientre crecía, así que en una angustia desesperada por no asimilar “el que dirán” del embarazo de su hija sin estar casada con nadie lo llevó a tomar una decisión desesperada, practicarle un aborto a su propia hija. Sin entenderlo ni planearlo las cosas se salieron de sus manos y en sus propios brazos murió, su hija, su nieto y de paso el gran amor que el llano vio crecer.
Con la suavidad que se mueve un rumor en poco tiempo el pueblo se entero de las razones de la muerte de la jovencita, las preguntas acosaban y las respuestas no se encontraban, entre la espada y la pared en que se encontraba don Gustavo, no encontró mejor salida que acusar de asesino a Jaime y aunque sin pruebas en su contra fue el dinero el que oculto la verdad.
El pueblo enceguecido creyó y cree en la palabra del honorable doctor Galván, no hay día en que Jaime no recuerde su historia y no hay preso en Acacias que no conozca la historia de lo que pudo haber sido una bonita familia.
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